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jueves, 2 de junio de 2016

EMBARCACIONES Y MOTORES

En las últimas décadas la náutica ha tenido un gran crecimiento en todo el mundo, acompañado del correspondiente progreso y desarrollo tecnológico.

Las embarcaciones, en todos sus tipos, han evolucionado en la totalidad de sus aspectos, y hasta se han modificado principios fundamentales que hacen a las formas de navegar de los cascos y a su propulsión, sea a motor o a vela.

Pero lo que pese a tanto avance no ha cambiado, son ciertos conceptos populares muy arraigados entre nuestros aficionados, producto de la costumbre tan argentina de improvisar en base a lo que se ve o se escucha o se supone.

Este fenómeno se manifiesta de manera notable en la determinación de las potencias de los motores a instalar en cualquier embarcación, para lo que prima la creencia tradicional de que para vencer la corriente o el viento en contra es necesario disponer de mayor pot
encia que la que normalmente correspondería En consecuencia, la mayoría de los barcos a motor, lanchas y veleros con motor auxiliar de nuestro país, están sobrepotenciados.

Cada embarcación, no importa su tamaño, tiene una velocidad máxima que le es propia por sus características de formas y construcción, y el hecho de querer incrementarla mediante la instalación de un motor más grande puede resultar inútil o perjudicial.

Cualquier barco navegará a su correspondiente velocidad sobre la masa de agua en que está flotando, y si esa masa se está trasladando respecto del fondo, que es lo que se denomina corriente, estará a la vez transportando al barco.

Si el barco navega en el mismo sentido en que se traslada la masa de agua, a su velocidad se sumará la del agua y, entonces irá más rápido respecto a la costa o al fondo. Si lo hace en sentido contrario, la velocidad del agua se restará, y su marcha respecto a la tierra firme se verá disminuida, lo cuál es natural y no significa que le esté faltando potencia, porque no existe ningún incremento de la resistencia al avance del barco en el agua.

Esto es válido para todos los tipos de barcos.

Suele suceder también que se suponga que aumentando la potencia instalada habrá de lograrse incrementar notablemente la velocidad, pensando en llegar a planear con una embarcación que no tiene formas para ello.

En la traslación de embarcaciones se diferencian cuatro condiciones, también llamadas grados de navegación, que son: Deriva, Navegación, Planeo y Deslizamiento.

Una embarcación en condición de deriva se traslada a una velocidad tan baja para su eslora, que no forma olas. Requiere una reducida potencia en relación al desplazamiento.

Un barco en navegación formará una ola en proa y otras a lo largo de su eslora de flotaci6n, según su velocidad respecto de esa eslora, llegando a su velocidad máxima de navegación cuando forme la ola de proa seguida de un seno que concluye en otra ola en su popa.

Un barco en planeo se montará sobre la ola de proa y formará una segunda por detrás de su popa. Esta condición demanda una alta relación de potencia.

Una embarcación en condición de deslizamiento tendrá una velocidad que la sustentará sobre el agua sin formar olas; solamente dejará una leve estela en la superficie. Se requiere una muy alta relación de potencia.

Las velocidades límite de los distintos grados estarán siempre relacionadas con las esloras de flotación, y responden a una ley física. Técnicamente, la relación se denomina Velocidad Relativa o Grado de Velocidad, y se expresa V/Raíz cuadrada de l, en donde V es la velocidad en nudos y l es la eslora de flotación en metros.

En el gráfico adjunto figuran los límites de cada condición en función de la eslora de flotación.

Con ese dato cualquier aficionado podrá saber en que condición navega su embarcación. Las formas de los cascos varían según la condición para la que sean concebidos, y no es posible pasar a un grado superior sin efectuar modificaciones sustanciales, a veces impracticables. En cuanto a la acción del viento, éste sí crea una resistencia al avance cuando se lo enfrenta, pero sucede que al ir aumentando su intensidad, irá arbolando una marejada ante la que, en función de su importancia, habrá que disminuir la velocidad del barco para evitar golpear contra las olas, con lo que una potencia instalada normal siempre resultará suficiente.

Roberto Rovere

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